Si bien la fundación de las ciudades hispanoamericanas siempre ha estado relacionada con la disponibilidad de cursos hídricos, no siempre han podido resolver el encuentro de su desarrollo en relación a los ríos que las atraviesan. En el caso de la Ciudad de Córdoba, sucede esto en relación al Río Suquía, al que durante el siglo XX la ciudad le ha dado la espalda utilizándolo como borde industrial.
Por el contrario, el encauzamiento parcial del arroyo La Cañada se concibe casi como un elemento inherente a la ciudad, constituyéndose como rasgo característico de la imagen urbana tanto por ser un eje estructurante y ordenador como por su gran atractivo paisajístico y turístico.