Al leer acerca de la obra de Alejandro Aravena, a veces puede parecer como si fueran dos discusiones paralelas: una sobre sus innovaciones en vivienda social ampliamente elogiadas, y otra sobre sus impresionantes (aunque más convencionales en su mirada) edificios para universidades y municipios. En este post originalmente compartido en su página de Facebook, Hashim Sarkis, el Decano de la Escuela de Arquitectura y Planificación del MIT, conecta dos hilos aparentemente separados en la arquitectura de Aravena, descubriendo las creencias subyacentes que guían el ganador del Premio Pritzker de este año.
Gran parte de la obra de Alejandro Aravena, ya sea diseño individual o con el grupo ELEMENTAL, encarna un momento eureka, un momento donde después de un interrogatorio cuidadoso del programa con el cliente, el arquitecto se le ocurre una respuesta al programa contraria a la intuición pero simple. (Para el centro de computación de la Universidad Católica, los laboratorios deben estar oscuros y a la vez bien iluminados. Para la vivienda social en Iquique, en lugar de una buena casa completa que no se puede pagar, se obtiene media casa buena que sí es asequible). A su vez, estas sencillas ecuaciones están incorporadas en edificios que normalmente adquieren formas igualmente simples. Los clientes y los ocupantes repiten el "ajá", con el mismo tono y la realización de Aravena. "Si no puedo transmitir de manera convincente la idea de diseño a través del teléfono, entonces sé que es una mala idea", dice.