En su materialización, la arquitectura no es ni la visión ni el trabajo de una única persona. Es una práctica inherentemente grupal y orientada por una oficina en sus procesos, pero la arquitectura tal como la conocemos solo es destacada cuando finaliza su construcción, y rara vez es destacada por cómo es producida. Pocos premios reconocen la vasta red de personas que permiten que aquellos que están arriba en la pirámide pongan su nombre a obras finalizadas.
Reciente controversias arrojan algo de luz en este aspecto: desde el petitorio que exige que Denise Scott Brown sea galardonada retroactivamente con el Premio Pritzker otorgado en 1991 a su marido y colega, Robert Venturi, hasta las acusaciones de abuso sexual por parte de arquitectos como Richard Meier.
En un artículo recientemente publicado por Metropolis Magazine, Katie Okamoto opina que deberíamos considerar nuevas formas de premiar el ejercicio de la arquitectura. Tal como ella explica, "la profesión está repleta de creatividad, es tiempo de incentivar el profesionalismo". En una disciplina cada vez más diversa y colaborativa, es tiempo de reconocer el esfuerzo colectivo detrás de las más increíbles estructuras en vez de premiar a una única persona.
Lee la opinión de Okamoto en Metropolis Magazine.