El lanzamiento de un edificio en el centro de São Paulo causó cierto espanto por el tamaño de sus apartamentos: sólo 10 metros cuadrados. Esto levantó el debate sobre la tendencia del mercado de producir viviendas cada vez menores y la capacidad de estos inmuebles de atender a las necesidades de sus habitantes.
No hay duda de que, por un lado, ese producto inmobiliario se relaciona con las formas de vivir de las nuevas composiciones familiares. Es cada vez más común que las residencias sean ocupadas por una sola persona o, como máximo, dos. De acuerdo con datos de la Fundación SEADE para 2010, en el Estado de São Paulo son casi el 40% los domicilios que tienen esa característica, siendo el 13% de hasta una persona.
Por lo tanto, edificios de apartamentos tan pequeños como el que acaba de ser lanzado no se dirigen a familias numerosas, sino a parejas sin hijos, jóvenes emancipados, personas divorciadas, o incluso a los ancianos de una población que envejece cada vez más.
¿Cuál es la medida mínima necesaria para habitar con calidad?
Esta discusión es antigua. Fue lanzada por arquitectos y urbanistas modernistas, a principios del siglo XX, ganando especial relevancia en el período entre guerras. En 1929, durante el segundo Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), uno de los principales encuentros del movimiento modernista que tuvo lugar en Francfort, el tema central fue justamente ese y grandes arquitectos de la época, como Walter Gropius, Le Corbusier y otros, presentaron sus tesis.
En aquel momento, sin embargo, no se trataba de debatir cuál debería ser el metraje mínimo de la vivienda, sino las necesidades básicas del vivir, y eso extrapolaba el ámbito de las casas y apartamentos en sí para abarcar toda la ciudad.
A partir de esas discusiones se consolidó la comprensión sobre la necesidad de la existencia de áreas verdes públicas, áreas de ocio, guarderías para los niños y lavanderías colectivas que permitieran liberar especialmente a las mujeres de las actividades domésticas. Y había un entendimiento de que el Estado tenía el deber de propiciar tales condiciones para la población, ofreciendo estos equipos y servicios de forma pública y gratuita para la población.
Considerando el contexto del gran déficit de vivienda en función de la guerra, para los arquitectos modernistas esa discusión de la vivienda mínima también estaba relacionada con la utopía de garantizar una vivienda accesible a todos. Ellos defendían que, sería posible producir una vivienda en serie a bajísimo costo, gracias a la industrialización de la construcción.
Nuestras necesidades habitacionales en el actual contexto de la ciudad de São Paulo también son bastante complejas. Pero estos productos inmobiliarios de 10 metros cuadrados, vendidos por casi R$ 100 mil, están lejos de esa utopía modernista. Aunque el edificio cuente con una serie de equipos de uso colectivo, como cocina, lavandería y área para recibir visitas, por ser equipos de uso exclusivo de los moradores, seguramente implicarán también en altos costos del condominio. Además, a un costo de casi 10 mil reales por metro cuadrado, uno de los más grandes de la ciudad, estos apartamentos en Vila Buarque no serán nada accesibles para la mayor parte de la población. En este contexto, este lanzamiento parece estar mucho más relacionado con las posibilidades abiertas de que reduciendo drásticamente las áreas útiles se pueden propiciar aumentos significativos en los márgenes de ganancia de la inmobiliaria.
Publicado originalmente en el Blog de Raquel Rolnik el 21 de agosto de 2017.