Hablar con la arquitecta Marta Maccaglia sobre su trabajo, no es hablar únicamente sobre arquitectura. Cada uno de sus proyectos derivan de un modo de trabajar participativo, basado en el acercamiento y la profunda comprensión de sus usuarios en su contexto social y local, sus necesidades, el territorio y los recursos disponibles, resultando en obras que adquieren un sentido más allá que el de la propia función.
Marta Maccaglia es italiana, arquitecta por la Universidad de Sapienza de Roma, pero su trayectoria profesional se desarrolló mayormente en Perú, país que en 2011 adoptó como propio desde que fue parte de un programa del gobierno italiano, el Servicio Civil, con la ONG CPS, que ofrecía la oportunidad a jóvenes italianos de participar en proyectos de cooperación internacional.
En el año 2014 fundó su oficina de arquitectura Asociación Semillas, de la cual es directora actualmente. Además, Marta es co-fundadora de la oficina PLAN A 0-100 (2019-2021) y desde 2015 ejerce como docente en la universidad UCAL. Entre numerosos reconocimientos por su trabajo de los últimos años, en 2018 recibió, junto con Boonserm Premthada, Raumlabor, Nina Maritz, Lacaton & Vassal, Frédéric Druot, el premio Global Award for Sustainable Architecture, otorgado por la Cité de l'architecture (París) a arquitectos quienes abogan por el desarrollo sustentable y participativo de la arquitectura. Además, ha sido seleccionada en 2020 como finalista de AR-Emerging Architecture Awards 2020, premio que reconoce a jóvenes diseñadores y arquitectos por su potente y prometedor portafolio de trabajos y les otorga la oportunidad de posicionarse en la escena arquitectónica internacional.
Su trabajo en Asociación Semillas se enfoca principalmente en la arquitectura para la educación y edificios de uso público en la selva amazónica peruana, a través de procesos participativos en las comunidades locales. Tal fue el impacto y la necesidad real de este tipo de proyectos, que el trabajo de Marta comenzó a formar parte de la identidad de la arquitectura peruana. En reconocimiento, fue seleccionada para participar en la Bienal de Arquitectura Latinoamericana, celebrada en Pamplona el pasado mes de septiembre.
En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de hablar con ella para conocer en profundidad su visión de la arquitectura y su trabajo.
¿Cómo nace Asociación Semillas? ¿Cómo está conformado el equipo actualmente y cómo se trabaja con este equipo interdisciplinario?
Nuestro equipo es un equipo rotativo y cambiante, y nuestra oficina es una oficina nómada, que se reproduce como un semillero. Como principio base creemos que ahí donde están los proyectos, estamos nosotras también, y que para poder trabajar y ofrecer una arquitectura coherente a cada lugar tenemos que conocer profundamente su gente, su cultura y su territorio. Esto a veces complejiza un poco las cosas, pero hace que los proyectos tomen una fuerza y una profundidad única.
Mi primer proyecto en Perú fue el Wawa Wasi de Huaycán. En 2013, junto con Paulo Afonso, arquitecto portugués, desarrollamos el proyecto de la escuela de Chuquibambilla y en ese momento decidí mudarme a la selva. Entendía que no se podía llevar adelante el proyecto sin sentir y entender el lugar. En el 2014 fundé Semillas, y a partir de ahí se fue consolidando un sistema de trabajo colaborativo con más instituciones y profesionales.
Nuestra primera oficina fue en Pangoa, en una pequeña ciudad en la selva central del Perú, que hoy se multiplica en oficinas filiales en las ciudades de Lima y San Ignacio, una pequeña ciudad en la selva al norte del país al confín con Ecuador.
En cada sede trabajamos con un coordinador/a arquitecto/a que siempre está acompañado/a por un asistente. A la vez se va formando un equipo más grande e interdisciplinario, gracias a las alianzas consolidadas durante los últimos años: desde el 2016, cada año recibimos jóvenes italianos en Servicio Civil, por la ONG – CPS, de 2 a 6 cooperantes cada año; desde el 2020, gracias al convenio interinstitucional con el master Architecture for Development del Politécnico de Milán somos parte del programa de formación de los estudiantes, los cuales vienen a Perú durante 6 meses (de 2 a 4 practicantes cada año). Dependiendo de las necesidades, también abrimos convocatorias para arquitectos, antropólogos, educadores, politólogos, ingenieros, sociólogos para asesorías puntuales o acompañarnos en algunos de los procesos. Además nuestros maestros constructores: el maestro Elias – carpintero, y el maestro Javier – constructor, son también parte de nuestro equipo. A ellos, los conocí, durante el primer proyecto que desarrollamos en la selva, la escuela de Chuquibambilla; fueron relaciones interesantes, de aprendizaje y crecimiento conjunto. Desde el año pasado, las arquitectas Giulia Perri y Giuliana Miglierina - ex pasantes son parte del directivo junto conmigo. Con ellas compartimos decisiones, responsabilidades y seguimos construyendo este sueño.
¿Cuál es el proyecto que mejor representa la ideología y visión propia de la arquitectura de Semillas?
Pienso que en nuestros proyectos (13 proyectos gestionados, diseñados y construidos desde el 2011 hasta hoy) se lee un historial de aprendizajes acumulados. Esto porque siempre estamos revisando los proyectos antecedentes, que pasa después de inaugurar; donde, como y porque algunas propuestas de diseño han funcionado y donde y porque no; seguimos poniendo la cara - enfrentando muchos problemas - y buscamos soluciones juntas con las comunidades, celebrando una arquitectura siempre en proceso y en construcción.
La escuela inicial de Alto Anapati, nuestro último proyecto, me parece buena para contar nuestra ideología y reflexiones acumuladas. Se trata de una escuela inicial en una comunidad nativa en la selva central de Perú, que permite acceso a la educación para más de 50 niños y niñas y brinda un espacio comunitario para 86 familias: un proyecto de pequeña escala y lleno de carga representativa.
El programa consiste de 3 aulas con servicios higiénicos, una sala de usos múltiples, administración con servicios higiénicos, cocina y espacios exteriores. El proyecto se inserta en la zona de acceso de la comunidad dando la bienvenida y a la vez se vincula con el paisaje amazónico de ceja de selva..
El proceso participativo llevado a cabo en este proyecto ha generado un gran nivel de apropiación por parte de la comunidad y de los niños, que se ha hecho visible desde los primeros meses de funcionamiento. Desde nuestra práctica, consideramos la participación como un derecho fundamental y no se trata de reuniones donde a la población se le permite decir su opinión, si no generar espacios de intercambios de opiniones y debate donde todos somos participantes. Desarrollamos talleres y actividades por fases (el método del paso a paso): desde la investigación y diseño participativos, etapas en las que tejemos vínculos con la comunidad y con los actores institucionales locales – como municipio y ministerio de educación local - y construimos sueños comunes; hasta el diseño, la construcción y el monitoreo participativo, etapas en las que se refuerzan capacidades de gestión y cooperación y se promueve el uso de recursos locales.
Generalmente en Perú, todo proyecto de arquitectura viene de Lima hacia las provincias, así como toda empresa y material de construcción. En nuestro caso, en cambio, buscamos que la comunidad sea parte del proceso de construcción generando puestos de trabajo y capacidades localmente. Por otro lado, promovemos el uso de materiales locales - como la madera, ladrillo de arcilla, piedras de río - manteniendo así viva la producción local y artesanal. Por ejemplo, en el proyecto de la escuela de Alto Anapati, todos los agregados para las cimentaciones, columnas y vigas de concreto vienen del río de la comunidad; los ladrillos de arcilla cocida son producidos localmente; la estructura del techo, parte de los pórticos, todos los mobiliarios y puertas, son de madera, lo que hace que la estructura se inserte en el contexto a través de una arquitectura con bajo impacto ambiental y en línea con la sostenibilidad y posibilidades de mantenimiento por parte de la comunidad.
Finalmente una de las principales reflexiones a partir de este proyecto, fue sobre el rol que juega una infraestructura pública en una comunidad rural en la selva, o sea que es de entenderse como un espacio no solamente en su construcción física, sino también en su construcción simbólica, de pertenencia, identidad y de lucha por el derecho a otras formas de existencia.
Entendimos la visión de la población originaria Nomatsigenga del buen vivir, como el vivir en armonía con uno mismo y con los demás seres del planeta, y por esto la escuela busca ser este lugar donde comunidad, identidad y naturaleza se encuentran. En este sentido, en la escuela de Alto Anapati, se ha buscado este encuentro - comunidad, identidad y naturaleza - a través de una arquitectura pensada a partir de cómo se iba a habitar el espacio: generamos un abanico de escenas y de situaciones co-creadas con los niños, profesores y padres de familia durante los talleres participativos. Por ejemplo, la maestra o los apus de la comunidad contando cuentos a los niños, los niños aprendiendo de las plantas, los niños usando y habitando el espacio según sus costumbres, dibujando y pintando, sentados arriba de las esteras en el piso, los niños jugando libremente en todos los espacios. En la propuesta de diseño esto se traduce en espacios de aulas que se abren al paisaje a través de grandes mamparas, abatiendo al máximo las barreras físicas entre interiores y exteriores; una aula de usos múltiples sin muro, inspirada a la arquitectura típica de estas zona como las malocas[3]; un espacio pedagógico exterior que llamamos “el aula bosque”, un aula al aire libre, donde los niños aprenden juntos con la naturaleza; un único pasillo bordea todo el edificio, acompañando a los niños a recorrer distintos escenarios en la escuela: espacios híbridos, libres, abiertos, celebrando la escuela como espacio público, símbolo de libertad y aprendizaje para los niños y la comunidad.
¿Qué aspiraciones profesionales tienen a futuro? ¿Cuáles son las ideas y tipos de proyectos que les interesan para seguir trabajando y reforzando?
Queremos contribuir a cambiar el paradigma de la arquitectura, derribar barreras físicas y simbólicas, llevando espacios educativos de calidad a todos los lugares, y promover espacios libertarios, que sean plataforma de encuentro y símbolo de integración. Creo fundamental reforzar alianzas con las entidades gubernamentales locales, hacerlo con la gente como práctica ciudadana y también reforzar el vínculo con la academia, porque - liberada de los intereses de poder y económicos - es un medio que puede y debería conectar la realidad con la investigación científica.
Nuestro principal ámbito de acción ha sido la arquitectura de espacios educativos y ahora se nos presentan nuevas oportunidades y ámbitos de trabajo que nos motivan mucho. En la evolución de nuestro trabajo, hemos pasado de una situación de rechazo, recelo, desconfianza por parte de las entidades y comunidades locales – especialmente al principio – a una situación de acogida, alianza y búsqueda de frentes comunes.
Ahora atraemos como imanes proyectos cargados de necesidad y representatividad, como espacios culturales, de memoria y espacios públicos, además de espacios educativos y comunitarios. En la mayoría de los casos, estos proyectos nacen de iniciativas independientes y poco escuchadas por las políticas públicas. En este momento para nosotras el desafío mayor es desarrollar proyectos que marquen un cambio y que realmente puedan ser representativos y simbólicos para el patrimonio cultural local, así como tender puentes con las instituciones gubernamentales locales. Soñamos con tener varios centros de acción esparcidos por la Amazonía de Perú y quizás en otros países de Latinoamérica. Soñamos con tener eco y efecto multiplicador. En todo caso, pienso que estos procesos necesitan tiempo, hay que crecer con conciencia y responsabilidad porque, al menos en nuestro caso, necesitamos tiempo para procesar y entender en profundidad. Lo que puedo ver es que en Pangoa, paso a paso, desde una acción participativa local, estamos marcando un cambio y representando un hito dentro del territorio donde trabajamos. Todavía hay mucho por hacer y por mejorar, estamos constantemente en el camino del aprendizaje.
Recientemente has sido seleccionada para participar en la Bienal de Arquitectura Latinoamericana (BAL) en Pamplona, España, reconocida por tu trabajo representando al Perú. ¿Cuál es tu opinión sobre la BAL y porque crees que es importante que suceda un evento de estas características?
Las bienales, los encuentros, la confrontación, la crítica, conocer otras realidades, otras prácticas, otras formas de ver el mundo y la arquitectura son siempre importantes. Esto ayuda a subir la motivación, a inspirarse, es una oportunidad para parar a reflexionar. Quienes estamos metidos en el trabajo de acción, de campo, estamos casi todo el tiempo corriendo tras de entregas, burocracias, expedientes y participar de eventos como estos, es una pausa del tiempo, saludable y sanadora. Es parte de nuestra misión compartir y aportar al aprendizaje colectivo y la difusión es parte de ello. De esto se trata: aportar y aprender, reflexionar, revisar, regenerar a través de la crítica nuestra filosofía de trabajo.
Llegar a Pamplona tras dos años de encierro por la pandemia, ha sido liberador desde muchos puntos de vista, desde el humano hasta el profesional. Este año además el país invitado fue Perú, y poder estar representando la arquitectura joven peruana en un contexto internacional ha sido muy emocionante. Finalmente se reconoce lo que hacemos desde hace 10 años como parte de la arquitectura identitaria peruana y esto nos permite tener mayor impacto en el discurso que se va construyendo en el Perú. Es un honor y un desafío enorme.
Europa atraviesa una realidad muy distinta a la Latinoamericana y por como yo lo viví, la BAL es un símbolo de encuentro entre mundos. Todas las oficinas presentes, cada uno desde su realidad y experiencia, hemos llevado un poco de Latinoamerica a España, todos hemos sentido la necesidad de hablar no solo de los proyecto, si no del contexto del cual venimos, del territorio, de la cultura local, de generar un relato y compartir la vida detrás de los proyectos. Desde mi punto de vista, con una postura fuera de los estereotipos euro-céntricos y coloniales s, creo que esto se ha dado porque desde Latinoamérica buscamos sentirnos comprendidos, luchamos para tener voz, queremos que se reconozca la arquitectura que hacemos globalmente, pero sin conformarnos, sin perder de vista nuestros contextos y realidades locales.
¿Puedes contarnos tu visión de la arquitectura latinoamericana con una mirada hacia el futuro? ¿Qué recomendaciones podrías darles a los estudiantes?
Pienso que hay que re-imaginar la arquitectura desde la consciencia que el modelo progresista occidental, nos ha dejado como única certeza el hecho que vivimos un mundo vulnerable y en crisis. Vivimos un mundo destrozado del consumo irrespetuoso de los recursos naturales y Latinoamérica ha sufrido esta explotación, habiendo vivido injusticias feroces.
Creo que el discurso de la arquitectura latinoamericana nace a partir de ahí. Tomando como referentes a colegas Latinoamericanos que también participaron en la BAL, tanto sauermartins de Brasil, Barclay & Crousse y Sharif Kahatt de Perú, construyeron su reflexión sobre la arquitectura y la escasez, quizás, en mi opinión, desde un enfoque más estético, pero creo que esto se da por la necesidad subconsciente y la intención de tomar una postura desde la arquitectura frente a al mundo. O sea una arquitectura minimalista en un sentido más filosófico que estético; una arquitectura más respetuosa, en donde construir con más muros y con más adornos, no significa más desarrollo.
A los estudiantes, lo que les digo siempre es que la del arquitecto, es una profesión difícil y bellísima porque mira a la realidad desde varios frentes, nos permite de aprender y relacionarnos con otras disciplinas; les digo de mirar más bajo de sus ojos, valorar y pensar desde las necesidades, explayar con el imaginario, soñar el más allá, encontrar su lugar en la profesión, que las posibilidades de acción desde la arquitectura son muchísimas, desde el diseño, la gestión, la política, la construcción. Pero sobre todo, los invito a reflexionar y re-imaginar el papel del arquitecto en la sociedad y a encontrar batallas que valgan la pena luchar y les motiven.