Este artículo fue publicado originalmente en Common Edge bajo el título "Letter From Mexico City: An Insidious Memorial to a Still-Unfolding Tragedy."
Observando la Ciudad de México hoy—una metrópolis densamente poblada, donde el espacio vacío es escaso—es difícil imaginar que hace algunas décadas, tras un sismo devastador el 19 de septiembre de 1985, más de 400 edificios colapsaron, dejando una serie de heridas abiertas esparcidas por el paisaje urbano.
Exactamente treinta y dos años después, el aniversario de ese desastre se conmemoró en la ciudad con un simulacro de evacuación. Algunas horas más tarde, comprobando que la realidad es en ocasiones más extraña que la ficción, el suelo nuevamente comenzó a temblar, abriendo paso a lo que sería otro de los desastres más mortales en la historia de la ciudad. Una vez más, colapsaron decenas de edificios, dejando un número de muertes que incrementaba hora con hora y eventualmente alcanzó los 361, así como multitudes de ciudadanos deambulando por las calles, intentando localizar a sus seres queridos a través de la debilitada cobertura de sus celulares. “Acabábamos de evacuar por el simulacro,” se repetía, como una mantra colectiva. “¿Cómo pudo pasar esto de nuevo?”