El artista colombiano Sebastián Dávila a través de elementos que alguna vez fueron útiles para la arquitectura, como marcos de puertas, andamios, carretillas, materas o sillas, les da un uso escultórico transmutando esa inutilidad en la base para crear nuevas espacialidades a escala en concreto fundido. En conversación con ArchDaily, el artista, escultor y casi arquitecto profundiza en que unir arte y arquitectura resulta en la trascendencia de lo estereotómico del espacio generado por concreto.
En la arquitectura se suele usar la escala para hacer representaciones de lo que se va a proyectar, tanto gráficamente, a través de planimetrías, croquis, perspectivas o renders como también en modelos tangibles o maquetas. Pero hay una condicionante: debe haber algo que relacione la escala a la representación. Gráficamente, se muestra explícitamente a través de una proporción donde una medida del dibujo es igual a un x número de veces o simplemente una representación gráfica del valor de la escala como se ve en los mapas cartográficos.
Cuando no es un dibujo técnico debe haber ciertos elementos para que la persona que los ve pueda relacionarse y así tener noción de la escala. Sin duda alguna, el elemento no numérico que más da esta noción es la figura humana, pero hay otros elemento que nos son familiares y también nos orientan, como una silla o unas escaleras. Son estos últimos dos elementos que Sebastián Dávila usa en su serie de obras escultóricas para que el usuario se sumerja en la escala.
El ojo preciso en el detalle y la escala que Dávila demuestra en su obra fue entrenado por su temprana y no finalizada formación en la academia arquitectónica, pues su vocación artística fue la que marcó el norte de su carrera profesional.
La palabra arquitecto de etimología proviniente del latín architectus, que proviene del griego ἀρχιτέκτων(architéktōn), composición de ἀρχι (archi: ser el primero, el que manda) y τέκτων (Tecton: albañil, constructor), resulta en el jefe que manda a los albañiles. Con base en esto no hay determinante que diga que se requiere haberse graduado de una facultad académica para ser un arquitecto o hacer arquitectura, la cual podríamos inferir que sería la resultante de aquello que creó el architeknon.
Soy perfeccionista, y este nivel de detalle no es delegable.
El perfeccionismo de Dávila se ve clarísimo en la minuciosidad del entendimiento del concreto como resultante, el cual solo se puede lograr tras la comprensión absoluta del diseñar el negativo o formaletas en las que funde el material. Él es el archi y también el tecnon, y su obra puede que no sea habitable o útil, pero si genera espacialidad arquitectónica partiendo de los elementos de la arquitectura cuando dejan de servir para su uso original.
Descripción enviada por el artista. En la serie, se reflexiona sobre la condición humana a través del trabajo con el espacio, la escala y la sugerencia de narrativas absurdas. Los espacios arquitectónicos inútiles, generados a partir de objetos encontrados, se componen para habitar lo inhabitable y transformar en lugar lo que ya se consideraba desecho.
El utilizar objetos encontrados en la calle o en basureros como punto de partida para las esculturas, recuerda el proceso del trabajo fotográfico anterior a la serie en las calles de California. Salir a buscar espacios y estudiar cómo habitarlos a partir de las geometrías ya existentes para darle importancia dentro de la composición a elementos del azar y del paso del tiempo como las manchas, grietas o imperfecciones de una superficie.
Tanto en la fotografía como en la escultura el espacio negativo es el componente principal que rige sobre una composición geométrica rigurosa. Esa manía por definir los límites del vacío genera un trabajo de elementos puntuales y ordenados en donde lo que predomina es el silencio.
El concreto, material principal con el cual se desarrollan las esculturas, acentúa el lenguaje arquitectónico de la obra, su plasticidad permite un gesto que se acerca al grabado y por su naturaleza de acabados imperfectos complementa la antigüedad y la memoria de los objetos encontrados.
Las esculturas utilizan códigos arquitectónicos indiscutiblemente utilitarios como la puerta o la escalera, pero estos suelen estar despojados de su funcionalidad. La escalera, puerta o incluso el espacio al ser inútil adquiere un carácter emocional que puede estar cargado de frustración y angustia o de humor e incoherencia. Estas escenografías, ideales para la soledad del individuo que piensa en lo que no entiende, esperan a que algo suceda. Los espacios connotan la psiquis humana, incitan a una actividad irracional pero son ambiguos; examinan la relación entre espacio e individuo sin la presencia de un sujeto. Al hacer un recorrido con la mirada y subir una escalera o sentarse en una silla, el espectador tiende a convertirse en el personaje ausente al habitar el espacio y recitar su monólogo.