Es probable que, como consecuencia de la emergencia sanitaria del COVID-19, nuestra forma de entender el transporte urbano cambie. Si bien los prejuicios asociados a la utilización de coches impulsados por combustibles fósiles ya tenían un gran peso en tiempos previos a la explosión de la pandemia –principalmente por sus desventajas en términos de contaminación ambiental-, y el transporte sustentable se había posicionado como un tema relevante en la agenda urbana, ahora, la necesidad de cumplir con el distanciamiento social para detener la propagación del coronavirus ha acelerado los debates en torno a la movilidad, y la bicicleta no tardó en aparecer como una alternativa factible para permitir un transporte más seguro durante la pandemia del COVID-19 en distintas ciudades del mundo.
La bicicleta ha demostrado por años ser un medio de transporte resiliente y amigable con el ambiente. Al ser un transporte individual, donde es relativamente sencillo respetar las distancias de seguridad recomendadas -entre 1,5 y 2 metros- en tiempos de coronavirus, se han convertido en el vehículo más seguro y práctico para reducir los riesgos de contagio. Por este motivo, algunas ciudades han resuelto priorizar su utilización frente al transporte colectivo y los coches particulares.
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Luego de que la Organización Mundial de la Salud destacara en un comunicado que “aunque todas las ciudades alrededor del mundo estén introduciendo un amplio abanico de medidas para limitar el contacto físico para prevenir y frenar la pandemia del Covid-19, mucha gente aún tiene la necesidad de moverse por las ciudades para llegar a sus lugares de trabajo en la medida de lo posible. (…) Se debe considerar utilizar la bicicleta o ir caminando, algo que contribuye a mantener la distancia de seguridad y a realizar el ejercicio físico que estos días no hemos podido practicar debido al teletrabajo o a la restricción de actividades deportivas o recreativas", numerosas ciudades han comenzado a potenciar el uso de la bicicleta como vehículo autorizado para el desplazamiento de las personas que deban movilizarse por realizar actividades esenciales o poseer excepciones permitidas.
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Como consecuencia de esto, varias ciudades del mundo han comenzado a proyectar planes para readaptar sus vías, transformando –temporal o permanentemente- calles que antes se encontraban destinadas a automóviles, para que puedan utilizarlas peatones y ciclistas. Por ejemplo, en Berlín, varios distritos ya han comenzado a reconfigurar los espacios para priorizar el ciclismo, ampliando los carriles existentes y creando nuevos. Por otro lado, en Milán, un proyecto planea transformar 35 kilómetros de su espacio urbano para destinarlo a los ciclistas y peatones.
En latinoamerica tenemos, por un lado, el caso de Quito (Ecuador), con su Plan de Ciclovías Emergentes frente al Covid-19. A partir del lunes 27 de abril, según lo anunciado en la Sesión Extraordinaria de la Comisión de Movilidad, del Concejo Metropolitano de Quito, se pondrá en marcha la primera fase del Plan Emergente, que propone la construcción de 62.7 km de ciclovías alrededor de toda la ciudad. Por otro lado, el gobierno de Perú anunció que implementará carriles exclusivos para bicicletas con el fin de descongestionar el transporte masivo y que interconectará los tramos de las ciclovías dela ciudad de Lima, construyendo en los siguientes tres meses una gran cantidad de carriles que habían sido proyectado para los próximos cinco años. Así mismo, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), en conjunto con la Autoridad de Transporte Urbano (ATU), presentó una “Bicicleta Popular”, con la cual buscarán que más personas puedan adquirir y utilizar este medio y uniéndose así, a la lista de ciudades que han puesto a la bicicleta como transporte prioritario durante la pandemia.
Las ciudades de todo el mundo ya están pensando estrategias para gestionar medios de transporte seguros, no solo para brindar una solución a aquellos habitantes que deben salir durante el período de aislamiento social obligatorio para cumplir una actividad esencial, sino también para brindar nuevas soluciones a los escenarios urbanos del futuro cuando, luego de los graduales des-confinamientos, la ciudadanía vuelva a recuperar de a poco el espacio público. ¿Generarán las medidas de transporte adoptadas durante la pandemia modificaciones en los hábitos de los ciudadanos que se deriven en una movilidad más sustentable a largo plazo?
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