"La arquitectura es narración incrustada", escribió Marco Frascari. Enfatizando la reciprocidad de la arquitectura y la narrativa a lo largo su carrera, este arquitecto, teórico y profesor italiano vio las historias como clave para crear una arquitectura "no trivial", es decir trascendente. De sus ideas, textos, enseñanzas y estudios surge la reflexión que da origen a este texto.
En el libro Confabulations: Storytelling in Architecture, el arquitecto y profesor de Virginia Tech Paul Emmons asegura que "la narración es el idioma nativo de nuestra imaginación y una historia bien contada puede hábilmente integrar el pensamiento técnico, cultural y estético”. Los seres humanos contamos historias todos los días de nuestras vidas. Las razones son muchas y variadas: para compartir anécdotas, para recordar eventos, para enseñar, para imaginar. La narración de historias ha estado presente desde el inicio de las civilizaciones humanas, aún las más primitivas inventaban cuentos a modo recreativo y también para transmitir saberes, lo que fue un factor clave para el desarrollo de nuestra especie. Ya lo dijo Roland Barthes: "La narración ha estado presente en todas las épocas, en todos los lugares y en todas las sociedades; comenzando con la historia misma de la humanidad".
La realidad es que no podemos vivir sin historias. O quizás, como dijo el escritor estadounidense Elie Wiesel llevando esta idea al extremo: "La humanidad fue creada para llenar el mundo con historias". Pero ¿por qué es tan importante la ficción en nuestras vidas? Una posible respuesta a esta pregunta está en una combinación de citas de dos grandes escritores: el peruano Mario Vargas Llosa y el argentino Julio Cortázar.
Según Vargas Llosa, estamos dotados de la extraña capacidad de vivir nuestra vida y, al mismo tiempo, imaginar, soñar y desear miles de otras; y superamos esa distancia entre la realidad y todas esas vidas que inventamos a través de la ficción. [...] La ficción nos hace más sensibles a los huecos que existen en este mundo, permitiéndonos completar sueños y deseos. Por su parte, Cortázar dice que a través de la ficción abrimos las puertas de una realidad más rica, más bella. Qué a través de la fantasía servimos a la realidad y, una vez más, la enriquecemos.
Existe otro componente esencial en esta relación entre el ser humano y las historias: que nosotros mismos somos historias, somos protagonistas. Nuestras vidas son historias, fragmentadas a su vez en más historias: en etapas, años, meses, días, momentos. Hay historias basadas en la realidad y otras que son totalmente ficticias. Algunas quedan documentadas por escritores profesionales, amateurs, exitosos, frustrados, conocidos o desconocidos; otras permanecen en alguna parte de la memoria colectiva; y otras quizás son olvidadas, se desvanecen.
Ahora bien ¿cómo se relaciona todo esto con la arquitectura? Las respuestas pueden ser variadas. Una de ellas es que las historias que somos suceden dentro de un contexto, y es allí donde aparece la arquitectura. La arquitectura las enmarca, es el escenario que muchas veces damos por hecho y no notamos de manera consciente. Es testigo de todas esas historias. A veces pasivo: observa callado, guarda el secreto. Pero a veces es un testigo activo, y entonces el cuento se pone interesante.
Las paredes escuchan, las puertas tocan, las ventanas ven, los balcones huelen y los pisos captan sabores. Los edificios, los detalles, los espacios, la arquitectura en general juega un rol activo y crucial en el desarrollo de nuestras actividades, de nuestros hábitos, movimientos, encuentros. Si el diseño es bueno los eleva, si no lo es, los complica. Es aquí donde se yuxtaponen las historias y la arquitectura. Es aquí donde se interceptan: la presencia o ausencia de un detalle en un edificio puede cambiar por completo la historia de sus usuarios.
La historia que narra la película La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock, es imposible sin la ventana en ese preciso lugar, sin ese preciso diseño. Playtime, de Jacques Tati, es otro ejemplo. ¿Qué hubiera sido de esa historia sin el diseño laberíntico de cubos de oficinas? Monsieur Hulot nunca se hubiera perdido tratando de encontrar la reunión.
Y el cuento de Allan Poe, “El corazón delator”, no tendría sentido si el piso de la casa hubiera sido diseñado en un material que no fuera madera.Si en El Artista, de Michel Hazanavicius, las escaleras en las que George Valentin encuentra a la joven Peppy Miller no hubieran sido diseñadas de ese modo, ellos nunca se hubieran conocido. O en 500 días con ella, de Marc Webb, si el edificio no hubiera tenido ascensor, el encuentro fortuito entre Tom y Summer no hubiera existido.
Si la puerta de Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, no hubiera sido de madera sino metálica, Amélie y Nino no se hubieran apoyado para escuchar lo que sucedía del otro lado. ¿Y qué hubiera sido del romance entre Romeo y Julieta sin la presencia del balcón? Los ejemplos son infinitos. La arquitectura es siempre la escenografía y el testigo de una historia.
En el proceso creativo de un edificio, la relación entre historias y arquitectura también puede darse de manera inversa. El arquitecto puede inventar primero la historia del usuario y luego desarrollar o imaginar el proyecto. Como ejemplo vale mencionar al reconocido arquitecto estadounidense Douglas Darden, quien creaba a sus clientes a partir de sus historias, y así diseñó un conjunto de edificios nunca construidos. Uno de estos proyectos, reunidos en su libro Condemned buildings (Edificios Condenados), es “La casa de oxígeno”, adquirida luego de un grave accidente y diseñada para un personaje llamado Burnden Abraham, soltero y con una discapacidad respiratoria. Otro ejemplo es el caso del arquitecto Steven Holl quien, al inicio de su práctica, inventaba a sus clientes cuando aún no tenía ninguno, para mantener su imaginación activa, proclamando la frase: “Resistan a la idea de que se necesita un cliente para crear arquitectura”.
Como arquitectos somos narradores por naturaleza. No solo cuando creamos sino cuando describimos nuestros proyectos. Describir nuestra arquitectura involucra un pensamiento metafórico. Siempre, indefectiblemente, contamos la historia de cómo habitarían los usuarios nuestros proyectos, cómo los recorrerían, dónde frenarían para realizar alguna actividad, dónde se sentarían.
"Para que exista la arquitectura en la consciencia humana alguien tiene que contar una historia. Por analogía, la idea de la magia no es un evento mágico, para que la magia exista, alguien tiene que contar un cuento", dijo Marco Frascari. Y si estamos de acuerdo con él, la arquitectura y la narrativa jamás se soltarán la mano.